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on 11/03/2014
Daniel 8:14 y la providencia de Dios | Cristo en su Santuario
La obra de Dios en la Tierra presenta, siglo tras siglo, una sorprendente analogía en cada gran movimiento de reforma o religioso. Los principios del trato de Dios con los hombres son siempre los mismos. Los movimientos importantes del presente concuerdan con los del pasado, y la experiencia de la iglesia en edades primitivas encierra lecciones de gran valor para nuestro propio tiempo. {CES 69.1}
Ninguna verdad se enseña en la Biblia con mayor claridad que aquella de que Dios, por medio de su Santo Espíritu, dirige especialmente a sus siervos en la Tierra en los grandes movimientos en pro del adelanto de la obra de salvación. Los hombres son, en manos de Dios, instrumentos de los que él se vale para realizar sus fines de gracia y misericordia. Cada cual tiene su papel que desempeñar; a cada cual le ha sido concedida cierta medida de luz, adaptada a las necesidades de su tiempo y suficiente para permitirle cumplir la obra que Dios le asignó. Pero ningún hombre, por muy honrado del Cielo, alcanzó jamás a entender plenamente el gran plan de la redención, ni siquiera a apreciar perfectamente el propósito divino en la obra para su propia época. Los hombres no entienden por completo lo que Dios quisiera cumplir por medio de la obra que les da para hacer; no comprenden, en todo su alcance, el mensaje que proclaman en su nombre… {CES 69.2}
Ni siquiera los profetas que fueron favorecidos por la iluminación especial del Espíritu comprendieron plenamente la importancia de las revelaciones que les fueron confiadas. Su significado debía ser aclarado, de siglo en siglo, a medida que el pueblo de Dios necesitase la instrucción contenida en ellas… {CES 69.3}
No obstante, a pesar de no haber sido dado a los profetas que entendiesen plenamente las cosas que les fueron reveladas, procuraron con fervor obtener toda la luz que Dios había tenido a bien manifestarles. “Inquirieron y diligentemente indagaron”, “escudriñando qué persona o qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos”. ¡Qué lección para el pueblo de Dios en la era cristiana, para cuyo beneficio esas profecías fueron dadas a sus siervos! “A los cuales fue revelado que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas”. Consideren a esos santos hombres de Dios que “buscaron e inquirieron diligentemente” tocante a las revelaciones que les fueron dadas para generaciones que aún no habían nacido. 1 Pedro 1:10-12, RVA y VM. Contrasten su santo celo con el apático desinterés con que los favorecidos en edades posteriores trataron ese don del Cielo. ¡Qué censura contra la indiferencia amante de la comodidad y de la mundanalidad que se contenta con declarar que no se puede entender las profecías!{CES 69.4}
La experiencia de los apóstoles constituye una lección objetiva
Aunque la mente finita de los hombres es inadecuada para penetrar en los consejos del Infinito, o para entender plenamente el desarrollo de sus propósitos, que ellos comprendan tan nebulosamente los mensajes del Cielo se debe con frecuencia a algún error o negligencia de su parte. A menudo la mente de la gente -y hasta de los siervos de Dios- está tan cegada por las opiniones humanas, las tradiciones y las falsas enseñanzas de los hombres, que sólo son capaces de captar parcialmente las grandes cosas que Dios ha revelado en su Palabra. Así les pasó a los discípulos de Cristo, aun cuando el mismo Señor estaba con ellos en persona. Su mente llegó a estar imbuida de la creencia popular del Mesías como un príncipe terrenal, quien exaltaría a Israel al trono del imperio universal, y no pudieron entender el significado de sus palabras cuando les profetizó sus sufrimientos y su muerte. {CES 70.1}
Cristo mismo los envió con el mensaje: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”. Marcos 1:15. El mensaje se basaba en la profecía del (capítulo 9) de Daniel. El ángel había declarado que las 69 semanas se extenderían “hasta el Mesías Príncipe”, y con grandes esperanzas y gozosa anticipación los discípulos anhelaban que se estableciera en Jerusalén el reino del Mesías para dominar sobre toda la Tierra. {CES 70.2}
Predicaron el mensaje que Cristo les había confiado aun cuando ellos mismos entendían mal su significado. Aunque su mensaje se basaba en (Daniel 9:25), no notaron que, según el versículo siguiente del mismo capítulo, el Mesías iba a ser muerto. Desde su más tierna edad la esperanza de su corazón se había cifrado en la gloria anticipada de un futuro imperio terrenal, y eso cegaba su entendimiento con respecto tanto a las especificaciones de la profecía como a las palabras de Cristo. {CES 71.1}
Cumplieron su deber en presentar a la nación judía la invitación de misericordia, y luego, en el mismo momento en que esperaban ver a su Señor ascender al trono de David, lo contemplaron arrestado como un malhechor, azotado, ridiculizado, condenado y elevado en la cruz del Calvario. ¡Qué desesperación y angustia desgarró el corazón de esos discípulos durante los días en que su Señor dormía en la tumba! {CES 71.2}
Cristo había venido al tiempo exacto y en la manera que predijera la profecía. El testimonio de las Escrituras se había cumplido en cada detalle de su ministerio. Había predicado el mensaje de salvación, y “hablaba con autoridad”. Lucas 4:32, BJ. Los corazones de sus oyentes habían atestiguado que el mensaje venía del Cielo. La Palabra y el Espíritu de Dios confirmaban el carácter divino de la misión de su Hijo… {CES 71.3}
Lo anunciado por los discípulos en nombre de su Señor era correcto en cada detalle, y los eventos predichos estaban realizándose en ese mismo momento. El mensaje de ellos había sido: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado”. Al expirar “el tiempo” -las 69 semanas de (Daniel 9) que debían extenderse hasta el Mesías, “el Ungido”- Cristo había recibido la unción del Espíritu después de haber sido bautizado por Juan [el Bautista] en el Jordán; y el “reino de Dios”, que habían declarado estar próximo, fue establecido por la muerte de Cristo. Este reino no era un imperio terrenal como se les había enseñado a creer. Tampoco era el reino futuro e inmortal que se establecerá cuando “el reino, y el dominio, y el señorío de los reinos por debajo de todos los cielos, será dado al pueblo de los santos del Altísimo”; ese reino eterno en que “todos los dominios lo servirán y le obedecerán a él”. Daniel 7:27, VM. La expresión “reino de Dios”, tal cual la emplea la Biblia, significa tanto el reino de la gracia como el reino de la gloria. El reino de la gracia es presentado por Pablo en la Epístola a los Hebreos. Después de haber hablado de Cristo como del intercesor que puede “compadecerse de nuestras debilidades”, el apóstol dice: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia”. Hebreos 4:15, 16. El trono de la gracia representa el reino de la gracia; pues la existencia de un trono implica la existencia de un reino. En muchas de sus parábolas, Cristo emplea la expresión “el reino de los cielos” para designar la obra de la gracia divina en los corazones de los hombres.{CES 71.4}
Asimismo el trono de la gloria representa el reino de la gloria; y a este reino se referían las palabras del Salvador: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones”. Mateo 25:31, 32. Este reino está aún en el futuro. Quedará establecido en la segunda venida de Cristo. {CES 72.1}
El reino de la gracia fue instituido inmediatamente después de la caída del hombre, cuando se delineó un plan para la redención de la raza culpable. Este reino existía entonces en el designio y por la promesa de Dios; y mediante la fe los hombres podían hacerse sus súbditos. Sin embargo, no fue establecido en realidad hasta la muerte de Cristo. Aun después de iniciada su misión terrenal, el Salvador, cansado de la obstinación e ingratitud de los hombres, podría haber retrocedido del sacrificio en el Calvario. En el Getsemaní la copa de la aflicción tembló en su mano. Aun entonces hubiera podido enjugar el sudor de sangre de su frente y dejar que la raza culpable pereciese en su iniquidad. Si lo hubiera hecho, no habría habido redención para la humanidad caída. Pero cuando el Salvador hubo entregado su vida y exclamado en su último aliento: “Consumado es”, entonces el cumplimiento del plan de la redención quedó asegurado. La promesa de salvación hecha a la pareja culpable en el Edén quedó ratificada. El reino de la gracia, que hasta entonces existiera por la promesa de Dios, quedó establecido. {CES 72.2}
Así, la muerte de Cristo -el acontecimiento mismo que los discípulos habían considerado como la destrucción final de sus esperanzas- fue lo que las aseguró para siempre. Si bien es verdad que esa misma muerte les había producido un chasco cruel, no dejaba de ser la prueba suprema de que su creencia había sido la correcta. El evento que los había llenado de tristeza y desesperación fue lo que abrió la puerta de la esperanza para todos los hijos de Adán, y en la cual se centraban la vida futura y la felicidad eterna de todos los fieles hijos de Dios en todas las edades… {CES 72.3}
Después de su resurrección, Jesús apareció a sus discípulos en el camino de Emaús y, “comenzando desde Moisés y todos los profetas, les iba interpretando en todas las Escrituras las cosas referentes a él mismo”. Lucas 24:27, VM. El corazón de los discípulos se conmovió. Su fe se reavivó. Fueron reengendrados “para una esperanza viva” aun antes que Jesús se revelase a ellos. 1 Pedro 1:3, VM. El propósito de éste era iluminar su entendimiento y fundar su fe en la “segura palabra profética”. Ver 2 Pedro 1:19. Deseaba que la verdad se arraigase firmemente en su mente, no sólo porque era sostenida por su testimonio personal sino por causa de las evidencias incuestionables presentadas por medio de los símbolos y sombras de la ley típica y las profecías del Antiguo Testamento. Era necesario que los seguidores de Cristo tuviesen una fe inteligente, no sólo en beneficio propio, sino para que pudieran comunicar al mundo el conocimiento de Cristo. Y como primer paso en la comunicación de este conocimiento, Jesús dirigió a sus discípulos a “Moisés y todos los profetas”. Tal fue el testimonio dado por el Salvador resucitado en cuanto al valor y la importancia de las Escrituras del Antiguo Testamento. {CES 73.1}
¡Qué cambio se efectuó en el corazón de los discípulos cuando contemplaron una vez más el amado semblante de su Maestro! Lucas 24:32. En un sentido más completo y perfecto que nunca antes, habían hallado al Ser de quien estaba escrito “en la ley de Moisés y en los profetas”. La incertidumbre, la angustia, la desesperación, dejaron lugar a la seguridad perfecta, a la fe despejada. ¿Es sorprendente que después de su ascensión ellos estuviesen “siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios”? La gente, que sólo sabía de la muerte ignominiosa del Salvador, los miraba para descubrir en sus semblantes una expresión de dolor, confusión y derrota; pero sólo veía en ellos alegría y triunfo. ¡Qué preparación la que habían recibido para la obra que les esperaba!… {CES 73.2}
La lección de 1844
Lo que experimentaron los discípulos que predicaron el “evangelio del reino” cuando vino Cristo por primera vez tuvo su contraparte en lo que experimentaron quienes proclamaron el mensaje de su segundo advenimiento. Así como los discípulos fueron predicando: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado”, así también Miller y sus asociados proclamaron que el período profético más largo y último de la Biblia estaba a punto de expirar, que el juicio era inminente y que el reino eterno sería establecido. La predicación de los discípulos en cuanto al tiempo se basaba en las 70 semanas de. Daniel 9. El mensaje dado por Miller y sus colaboradores anunciaba la conclusión de los 2.300 días de (Daniel 8:14), de los cuales las 70 semanas forman parte. En cada caso la predicación se basaba en el cumplimiento de una parte diferente del mismo gran período profético. {CES 74.1}
Como los primeros discípulos, Guillermo Miller y sus colaboradores no comprendieron ellos mismos enteramente la importancia del mensaje que presentaban. Los errores que desde hacía largo tiempo se habían establecido en la iglesia les impidieron arribar a una correcta interpretación de un punto importante de la profecía. Por tanto, si bien proclamaron el mensaje que Dios les había confiado para que lo diesen al mundo, sufrieron un desengaño debido a una interpretación equivocada de su significado. {CES 74.2}
Al explicar (Daniel 8:14): “Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado”, Miller, como ya lo hemos dicho, adoptó la creencia general de que la Tierra es el Santuario, y creyó que la purificación del Santuario representaba la purificación de la Tierra por el fuego a la venida del Señor. Por consiguiente, cuando encontró que el fin de los 2.300 días estaba predicho con precisión, sacó la conclusión de que eso revelaba el tiempo de la segunda venida. Su error provenía de que había aceptado la creencia popular relativa a lo que constituye el Santuario. {CES 74.3}
En el sistema típico -que era una sombra del sacrificio y el sacerdocio de Cristo- la purificación del Santuario era el último servicio efectuado por el sumo sacerdote en el ciclo anual de su ministerio. Era el acto final de la obra de expiación: una remoción o un quitar el pecado de Israel. Prefiguraba la obra final en el ministerio de nuestro Sumo Sacerdote en el cielo, en la remoción o el borrado de los pecados de su pueblo, los cuales están registrados en los libros celestiales. Este servicio involucra una obra de investigación, una obra de juicio, y precede inmediatamente la venida de Cristo en las nubes del cielo con gran poder y gloria; pues cuando él venga, la causa de cada uno habrá sido juzgada. Jesús dice: “Yo vengo… y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”. Apocalipsis 22:12, VM. Esa obra de juicio, que precede inmediatamente al segundo advenimiento, es la que se anuncia en el primer mensaje angélico de (Apocalipsis 14:7): “¡Temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su Juicio!” (BJ). {CES 74.4}
Los que proclamaron esta advertencia dieron el mensaje correcto en el tiempo correcto. Pero así como los primitivos discípulos declararan: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado”, basándose en la profecía de (Daniel 9), sin darse cuenta de que la muerte del Mesías estaba anunciada en el mismo pasaje bíblico, así también Miller y sus colaboradores predicaron el mensaje basados en Daniel 8:14 y Apocalipsis 14:7, sin echar de ver que en Apocalipsis 14 aun había otros mensajes que también debían ser proclamados antes del advenimiento del Señor. Como los discípulos se equivocaron en cuanto al reino que debía establecerse al fin de las 70 semanas, así también los adventistas se equivocaron en cuanto al evento que debía producirse al fin de los 2.300 días. En ambos casos hubo una aceptación de, o mejor dicho una adhesión a, errores populares que cegaron la mente a la verdad. Ambas clases cumplieron la voluntad de Dios de proclamar el mensaje que él deseaba que se diese, y ambas, debido a su mala interpretación de su mensaje, sufrieron chascos. {CES 75.1}
Sin embargo, Dios cumplió su propósito benéfico al permitir que la advertencia del juicio fuese proclamada precisamente como lo fue. El gran día era inminente, y en la providencia de Dios el pueblo fue probado tocante a un tiempo definido con el fin de revelarles lo que había en sus corazones. El mensaje tenía por objetivo probar y purificar a la iglesia. Los hombres debían ser inducidos a ver si sus afectos estaban puestos en las cosas de este mundo o en Cristo y el cielo. Ellos profesaban amar al Salvador; ahora debían probar su amor. ¿Estarían dispuestos a renunciar a sus esperanzas y ambiciones mundanales, y dar la bienvenida con gozo al advenimiento de su Señor? El mensaje tenía por objetivo capacitarlos para discernir su verdadero estado espiritual; fue enviado misericordiosamente para despertarlos con el fin de que buscasen al Señor con arrepentimiento y humillación.{CES 75.2}
Además, si bien el chasco era el resultado de su propia interpretación errónea del mensaje que daban, sería trastocado para bien. El corazón de quienes habían profesado recibir la advertencia iba a ser probado. En presencia de su chasco, ¿se apresurarían a renunciar a su experiencia y a abandonar su confianza en la Palabra de Dios, o con oración y humildad procurarían discernir en qué puntos no habían comprendido el significado de la profecía? ¿Cuántos habían obrado por temor, o por impulso y arrebato? ¿Cuántos eran de corazón indeciso e incrédulos? Muchos profesaban amar el advenimiento del Señor. Al ser llamados a sufrir las burlas y el oprobio del mundo, y la prueba de la dilación y del chasco, ¿renunciarían a su fe? Por no poder comprender inmediatamente los tratos de Dios para con ellos, ¿rechazarían verdades sostenidas por el testimonio más claro de su Palabra? {CES 76.1}
Esta prueba revelaría la fortaleza de aquellos que con verdadera fe habían obedecido lo que creían ser la enseñanza de la Palabra y del Espíritu de Dios. Ella les enseñaría, como sólo tal experiencia podía hacerlo, el peligro de aceptar las teorías e interpretaciones de los hombres, en lugar de dejar a la Biblia interpretarse a sí misma. La perplejidad y el dolor resultantes de su error producirían en los hijos de la fe la corrección necesaria. Los inducirían a profundizar aún más el estudio de la palabra profética. Aprenderían a examinar más cuidadosamente el fundamento de su fe, y a rechazar todo lo que no estuviera fundado en la verdad de las Escrituras, por muy amplia que fuese su aceptación en el mundo cristiano. {CES 76.2}
A estos creyentes les pasó lo que a los primeros discípulos: lo que en la hora de la prueba les parecía oscuro a su entendimiento, les sería aclarado después. Cuando vieran el “fin del Señor” sabrían que, a pesar de la prueba resultante de sus errores, los propósitos del amor divino hacia ellos habían estado cumpliéndose firmemente. Merced a tan bendita experiencia aprenderían que el “Señor es muy misericordioso y compasivo”; que todas sus sendas “son misericordia y verdad, para los que guardan su pacto y sus testimonios”. Santiago 5:11; Salmos 25:10.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 391-403. {CES 76.3}
Preguntas para estudiar
1. ¿Qué verdad “se enseña con mucha claridad” en la Biblia? (Pág. 69.) {CES 77.1}
2. Los siervos de Dios, incluyendo a los profetas, ¿hasta qué punto comprendieron plenamente sus mensajes y su obra? (Pág. 69.) {CES 77.2}
3. ¿Por qué los hombres tan a menudo son tan lentos para comprender los mensajes del cielo? (Pág. 70.) {CES 77.3}
4. Aunque el mensaje proclamado por los discípulos de Jesús era correcto, ¿qué los condujo a los conceptos erróneos que finalmente provocaron su chasco? (Págs. 70, 71.) {CES 77.4}
5. ¿Qué dos significados tiene el término bíblico “reino de Dios”? ¿Cuándo se establecerían esos reinos? (Págs. 71, 72.) {CES 77.5}
6. ¿Qué método usó Jesús para lograr que sus discípulos tuvieran un correcto entendimiento de su misión y su obra? (Pág. 73.) {CES 77.6}
7. Mencione algunos paralelismos que pueden extraerse de la experiencia de los discípulos y de los creyentes adventistas de 1844. (Págs. 74-77.) {CES 77.7}
8. ¿Qué dos lecciones vitales aprendieron los desilusionados adventistas de 1844? (Pág. 76.) {CES 77.8}
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