Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan. Mateo 6:28.

La iglesia depende de Cristo para su existencia. Solamente a través de El puede obtener vida y fortaleza. Sus miembros deben vivir constantemente en una relación íntima y vital con el Salvador. Deben seguir sus pasos de abnegación y sacrificio. Deben ir a los caminos y por los senderos de la vida y ganar almas para El, utilizando todo medio posible para hacer que la verdad aparezca en su verdadero carácter delante del mundo.

Se debe presentar la verdad en diversas formas. Algunos de los que están en las altas esferas sociales, la captarán al presentarla en símbolos y parábolas. Como hombres, trabajen para revelar la verdad con claridad, a fin de que se posesione de los oyentes la convicción de que el Señor está presente como lo ha prometido…

Todo lo que pueda hacerse para aclarar el misterio de la piedad debe ser hecho. Las cosas de la tierra tienen su importancia para ilustrar las del cielo. Toda la naturaleza es un libro de texto, un maestro del que cada uno puede aprender.

En su maravilloso Sermón del Monte Cristo utilizó los lirios del campo en su hermosura natural para ilustrar una gran verdad. Adaptó su lenguaje al intelecto naciente de la vida infantil. El gran Maestro puso a sus oyentes en contacto con la naturaleza, para que pudieran escuchar la voz que habla en todas las cosas creadas; y cuando sus corazones se volvieron tiernos y sus mentes receptivas, les ayudó a interpretar la enseñanza espiritual de las escenas sobre las cuales descansaban sus ojos. Las parábolas, por medio de las cuales le gustaba enseñar lecciones de verdad, muestran cuán abierto estaba el espíritu de Cristo a las influencias de la naturaleza y cómo se deleitaba en sacar enseñanzas espirituales de las cosas de la vida diaria que lo rodeaban.

Con las aves de los cielos, los lirios del campo, el sembrador y la semilla, el pastor y las ovejas, Cristo ilustró verdades inmortales. Extrajo ilustraciones de la vida real, de los hechos de la experiencia familiar de sus oyentes: el tesoro escondido, la perla, la red del pescador, la moneda perdida, el hijo pródigo, las casas edificadas sobre la roca y la arena. En sus lecciones había algo capaz de interesar a cada mente, de apelar a cada persona. De esta manera la tarea cotidiana, en vez de ser solamente una rutina fatigosa, desprovista de pensamientos elevadores, resultaba iluminada y elevada por medio de recordativos constantes de lo espiritual y lo invisible.

El Señor Jesús quería que la verdadera filosofía del gran libro de texto de la naturaleza se abriera delante de la mente… Necesitamos obreros que obtengan amplitud de mente por el estudio del libro que Dios ha abierto delante de nosotros por medio de sus obras creadas. Los ángeles cooperan con los que proclaman las verdades representadas por las cosas de la naturaleza. Estas cosas no son Dios, pero son ejemplos de la obra de sus manos.—Carta 223, del 2 de junio de 1905, dirigida a J. A. Burden.*

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