Que el mensaje evangélico resuene por nuestras iglesias, llamándolas a una acción universal. Tengan los miembros de la iglesia una fe acrecentada, y contágiense de celo de sus aliados invisibles y celestiales, al tener noticias de sus recursos inagotables, y convencerse de la magnitud de la empresa en que están empeñados, y del poder de su Director. Los que se colocan bajo el control de Dios para ser guiados y dirigidos por él, captarán la marcha firme de los sucesos que él ordenó. Inspirados con el Espíritu de Aquel que dió su vida por la vida del mundo, no continuarán inactivos en la impotencia, se ñalando lo que no pueden hacer. Colocándose la armadura del cielo, avanzarán a la batalla deseosos de hacer cosas osadas en favor de Dios, sabiendo que la omnipotencia divina suplirá su necesidad.—Testimonies for the Church 7:14. {SC 98.1}
¡Despertaos! La batalla prosigue. La verdad y el error se acercan a su final conflicto. Marchemos bajo la bandera ensangrentada del Príncipe Emmanuel, y luchemos la buena batalla de la fe, para lograr honores eternos; porque la verdad triunfará, y nosotros hemos de ser más que victoriosos por Aquel que nos amó. Las preciosas horas del tiempo de gracia están terminando. Asegurémonos la vida eterna, para que podamos glorificar a nuestro Padre celestial, y ser los medios para salvar a las almas por las cuales Cristo murió.—The Review and Herald, 13 de marzo de 1888. {SC 98.2}
Las órdenes de marcha
El duque de Wéllington asistía una vez a una reunión en la cual un grupo de cristianos discutía la posibilidad de éxito en el esfuerzo misionero entre los paganos. Apelaron al duque para que dijese si, a su parecer, los tales esfuerzos obtendrían un éxito proporcionado al costo. El viejo soldado contestó: {SC 98.3}
—Caballeros, ¿cuál es vuestra orden de marcha? El éxito no es una cuestión que os toque discutir. Si mal no entiendo, las órdenes que se os dan son éstas: “Id por todo el mundo; predicad el Evangelio a toda criatura.” Caballeros, obedeced vuestras órdenes de marcha.—Obreros Evangélicos, 120. {SC 99.1}
No hay tiempo que perder
“Cercano está el día grande de Jehová, cercano y muy presuroso.” Sofonías 1:14. Calcémonos las sandalias del Evangelio y estemos listos a cada momento para emprender el viaje.—Joyas de los Testimonios 3:310. {SC 99.2}
Los miembros de la iglesia … obedientes a la orden del Maestro, deben estar siempre listos para obrar. Dondequiera que encontremos un trabajo que hacer, cumplámoslo mirando constantemente a Jesús. … Si cada miembro de la iglesia fuese un misionero vivo, el Evangelio sería anunciado en poco tiempo en todo país, pueblo, nación y lengua.—Joyas de los Testimonios 3:299, 300. {SC 99.3}
Nos acercamos al fin de la historia de la tierra. Tenemos delante de nosotros una gran obra: la tarea final de dar el último mensaje de amonestación a un mundo pecaminoso. Hay hombres que serán tomados de detrás del arado, de la viña y de diversos otros tipos de trabajo, y enviados por el Señor para dar este mensaje al mundo.—Testimonies for the Church 7:270. {SC 99.4}
Haced resonar la alarma por toda la longitud y anchura de la tierra. Decid a la gente que el día del Señor está cerca y se apresura grandemente. No quede nadie sin amonestación. Podríamos estar en lugar de las pobres almas que yerran. Podríamos haber sido colocados entre los bárbaros. De acuerdo con la verdad que hemos recibido en mayor medida que los demás, somos deudores para impartírsela.—Joyas de los Testimonios 2:375, 376. {SC 99.5}
Mis hermanos y hermanas, es demasiado tarde para dedicar vuestro tiempo y vuestra energía a servir al yo. Que el último día no os encuentre destituidos del tesoro celestial. Tratad de impulsar los triunfos de la cruz, tratad de iluminar a las almas, trabajad por la salvación de vuestros semejantes, y vuestra obra resistirá la prueba del fuego.—Testimonies for the Church 9:56. {SC 100.1}
Este mensaje debe ser dado con prontitud, renglón tras renglón, precepto tras precepto. Los hombres se verán pronto obligados a tomar decisiones importantes, y debemos cuidar de que tengan ocasión de comprender la verdad, de manera que puedan decidirse inteligentemente por el lado del bien. El Señor llama a su pueblo a trabajar—y con fervor e inteligencia—mientras se prolonga el tiempo de gracia.—Joyas de los Testimonios 3:345. {SC 100.2}
No tenemos tiempo que perder. El fin está cerca. El viajar de lugar en lugar para difundir la verdad quedará pronto rodeado de peligros a diestra y siniestra. Se pondrá todo obstáculo en el camino de los mensajeros del Señor, para que no puedan hacer lo que les es posible hacer ahora. Debemos mirar bien de frente nuestra obra y avanzar tan rápidamente como sea posible en una guerra agresiva. Por la luz que Dios me ha dado, sé que las potestades de las tinieblas están obrando con intensa energía desde abajo, y con paso furtivo Satanás está avanzando para sorprender a los que duermen ahora, como un lobo que se apodera de su presa. Tenemos amonestaciones que podemos dar ahora, una obra que podemos hacer ahora; pero pronto ello será más difícil de lo que podemos imaginarnos. Dios nos ayude a mantenernos donde brilla la luz, a obrar con nuestros ojos fijos en Jesús nuestro Caudillo, y a avanzar paciente y perseverantemente hasta ganar la victoria.—Joyas de los Testimonios 2:376. {SC 100.3}
Hay peligro en la demora. Esa alma a la cual debíais haber encontrado, esa alma a la cual debíais haberle abierto las Escrituras, pasa más allá de vuestro alcance. Satanás ha preparado una red para sus pies, y mañana podrá estar realizando los planes del archienemigo de Dios. ¿Por qué demorar un solo día? ¿Por qué no salir a trabajar en seguida?—Testimonies for the Church 6:443. {SC 101.1}
En toda época, los que siguieron a Cristo necesitaron vigilancia y fidelidad; pero ahora, estando en el mismo umbral del mundo eterno y teniendo las verdades que tenemos, tanta luz y una obra tan importante, debemos duplicar nuestra diligencia. Cada uno ha de obrar hasta lo sumo de su capacidad. Hermano mío, Vd. hace peligrar su salvación si retrocede ahora. Dios le pedirá cuenta si no hace el trabajo que le asignó.—Joyas de los Testimonios 2:161. {SC 101.2}