No ruego que los quites del mundo sino que los guardes del mal. Juan 17:15.
“¡Oh, si los jóvenes comprendieran que pueden llegar a ser como preciosas plantas en el jardín del Señor! … Permitid que los delicados zarcillos de vuestros afectos se enrosquen alrededor de Jesús para ser nutridos por él; y en vez de arrastraros en la tierra, tornad vuestro rostro hacia el Sol de Justicia para que podáis recibir los divinos rayos de luz. Creced día tras día a su semejanza hasta llegar a identificaros con su naturaleza divina para que podáis al fin ser hallados perfectos en el paraíso de Dios…. Afirmad el alma en la Roca Eterna porque sólo en Cristo hay seguridad.”—The Youth’s Instructor, 3 de agosto de 1893.
“Una unión con Cristo por medio de una fe viva es duradera; toda otra unión ha de perecer…. Pero esta unión nos costará algo….
Debe haber una penosa obra de separación tanto como una obra de adhesión. Deben ser vencidos el orgullo, el egoísmo, la vanidad, la mundanalidad, es decir el pecado en todas sus formas, si queremos obtener esta comunión con Cristo. La razón por la cual muchos hallan que la vida cristiana es tan lamentablemente difícil, la razón por qué son tan volubles e inconstantes es porque tratan de allegarse a Cristo sin separarse de todos esos ídolos acariciados.”—The S.D.A. Bible Commentary 5:1143, 1144.
“Nuestra consagración a Dios debe ser un principio vivo, entretejido con la vida y que conduce a la abnegación y el sacrificio.
Debe dominar todos nuestros pensamientos y ser el motivo de cada acción. Nos elevará del mundo y nos separará de su influencia corruptora.”—The Review and Herald, 2 de enero de 1900.
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