1. CONVENCER DE PECADO, “…porque por medio de la Ley es el conocimiento del pecado”. Ro. 3:20; “Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia si la Ley no dijera: NO CODICIARAS. La Ley de Dios condena, no solo las acciones externas, sino condena, lo que hacemos, lo que no hacemos y las intenciones.
Es importante comprender que la primera función de la Ley es imprescindible, si se ha de creer en el Evangelio. Mediante la Ley, Dios revela al hombre su miseria e incapacidad como seres caídos, solo así podremos apreciar la obra grandiosa que hizo nuestro Señor Jesús (EVANGELIO) y a la vez podremos exclamar. Como Pablo: ¡Miserable de mí quién me librará de este cuerpo de muerte! Ro. 7:24. La Ley de Dios es tan abarcante como para expresar toda la voluntad de Dios y tener conocimiento, no solo de las acciones externas sino de los pensamientos e intenciones, los deseos del corazón, acaso no dice las Escrituras. “Que la Palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos; y que penetra hasta partir el alma y los tuétanos; y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” He. 4:12.
Las leyes humanas no pueden hacer esto, sólo pueden tratar con acciones externas, un hombre puede ser transgresor y sin embargo puede dcultar sus faltas ante los ojos humanos, puede ser un criminal, ladrón asesino, o adúltero, pero mientras no sea descubierto por la ley, no pueden condenarlo como culpable. Pero la Ley de Dios toma en cuenta la envidia, el odio, la malignidad, la venganza, la concupiscencia y la ambición que agita el alma. Mt. 5:27,28. Aunque todos estos pecados no hallen expresión en acciones externas porque ha faltado oportunidad aunque no la voluntad. Pero la Ley de Dios llega hasta aquellos propósitos secretos pecaminosos, son con frecuencia pasados por alto livianamente. El hombre es corrupto y cautivo de Satanás y además desprecia con arrogancia a Dios porque desconoce su corrupción y cautividad, enfermedad y muerte. Jn 8:44. El Primer paso hacia la reconciliación con Dios es la convicción del pecado. Para conocer su culpabilidad el pecador debe medir su carácter por medio de la gran norma de Justicia que Dios dio al hombre. La Ley es como un espejo que le muestra la Imagen de un carácter perfecto y justo, y le permite discernir los defectos de su propio carácter. Stg. 1: 23 – 25.
2. LA LEY DE DIOS ES NUESTRO AYO “De manera que la Ley nuestro ayo fue para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la Fe” Gá. 3:24. Cuando el pecador contempla La Ley, le resulta clara su culpabilidad, y queda expuesta ante su conciencia y es condenado, y es convencido de pecado y en su necesidad el hombre puede presentar el poderoso argumento suministrado por la cruz del calvario, puede demostrar la Justicia de Cristo. El pecador exclama: “Señor, tu has prometido salvar al que acude a ti en el nombre de tu Hijo”. Jn. 6:35. Soy un alma perdida impotente y sin esperanza. Señor sálvame o perezco” su fe se aferra de Cristo, y es justificado delante de Dios.
El Reformador Martín Lutero afirma “Dios mediante la ley le abre al hombre los ojos para que vea su miseria y así le pone en el camino hacia Cristo. La Ley hace que el hombre venga a Dios con un corazón contrito y humillado”.
3. LA LEY DE DIOS COMO NORMA DE VIDA PARA EL CRISTIANO. “¿Luego deshacemos La Ley por la fe?. En ninguna manera; antes establecemos la Ley” Ro. 3:31. “Para que la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, mas conforme al Espíritu”. Ro. 8:4. La norma del cristiano es la Santa Ley de Dios
Sólo los que reconocen las demandas válidas de la Ley moral pueden explicar la naturaleza de la expiación. Cristo vino para mediar entre Dios y el hombre, para hacer al hombre uno con Dios, poniéndole en obediencia a la Ley Divina. No había poder en la Ley para perdonar a su transgresión. Sólo Jesús podía pagar la deuda del pecador. Pero el hecho de que Jesús haya pagado la deuda del pecador arrepentido no le da licencia para continuar transgrediendo la Ley de Dios, sino que debe, de allí en adelante, Vivir en obediencia a esa Ley, es la Ley que nos dice que debemos hacer y que no debemos hacer.
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