La temperancia cristiana | Joyas de los Testimonios 1


 “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque comprados sois por precio: glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” 1 Corintios 6:19, 20. {1JT 180.1}

No nos pertenecemos. Hemos sido comprados a un precio elevado, a saber, los sufrimientos y la muerte del Hijo de Dios. Si pudiésemos comprender plenamente esto, sentiríamos que pesa sobre nosotros la gran responsabilidad de mantenernos en la mejor condición de salud, a fin de prestar a Dios un servicio perfecto. Pero cuando nos conducimos de manera que nuestra vitalidad se gasta, nuestra fuerza disminuye y el intelecto se anubla, pecamos contra Dios. Al seguir esta conducta no le glorificamos en nuestro cuerpo ni en nuestro espíritu que son suyos, sino que cometemos lo que es a su vista un grave mal. {1JT 180.2}

¿Se dió Jesús por nosotros? ¿Ha sido pagado un precio elevado para redimirnos? Y, ¿no es precisamente por esto por lo que no nos pertenecemos? ¿ Es verdad que todas las facultades de nuestro ser, nuestro cuerpo, nuestro espíritu, todo lo que tenemos y todo lo que somos, pertenecen a Dios? Por cierto que sí. Y cuando comprendemos esto, ¡qué obligación tenemos para con Dios de conservarnos en la condición que nos permita honrarle aquí en la tierra, en nuestro cuerpo y nuestro espíritu que son suyos! {1JT 180.3}

Creemos sin duda alguna que Cristo va a venir pronto. Esto no es una fábula para nosotros; es una realidad. No tenemos la menor duda, ni la hemos tenido durante años, de que las doctrinas que sostenemos son la verdad presente, y que nos estamos acercando al juicio. Nos estamos preparando para encontrar a Aquel que aparecerá en las nubes de los cielos escoltado por una hueste de santos ángeles, para dar a los fieles y justos el toque final de la inmortalidad. Cuando él viniere, no lo hará para limpiarnos de nuestros pecados, quitarnos los defectos de carácter, o curarnos de las flaquezas de nuestro temperamento y disposición. Si es que se ha de realizar en nosotros esta obra, se hará antes de aquel tiempo.{1JT 180.4}

 

Las horas finales del tiempo de gracia

 

Cuando venga el Señor, los que son santos seguirán siendo santos. Los que han conservado su cuerpo y espíritu en pureza, santificación y honra, recibirán el toque final de la inmortalidad. Pero los que son injustos, inmundos y no santificados permanecerán así para siempre. No se hará en su favor ninguna obra que elimine sus defectos y les dé un carácter santo. El Refinador no se sentará entonces para proseguir su proceso de refinación y quitar sus pecados y su corrupción. Todo esto debe hacerse en las horas del tiempo de gracia. Ahora es cuando debe realizarse esta obra en nosotros. {1JT 181.1}

Abrazamos la verdad de Dios con nuestras diferentes facultades, y al colocarnos bajo la influencia de esta verdad, ella realizará en nosotros la obra que nos dará idoneidad moral para formar parte del reino de gloria y para departir con los ángeles celestiales. Estamos ahora en el taller de Dios. Muchos de nosotros somos piedras toscas de la cantera. Pero cuando echamos mano de la verdad de Dios, su influencia nos afecta. Nos eleva, y elimina de nosotros toda imperfección y pecado, cualquiera que sea su naturaleza. Así quedamos preparados para ver al Rey en su hermosura y unirnos finalmente con los ángeles puros y santos, en el reino de gloria. Aquí es donde se ha de realizar esta obra en favor nuestro. Aquí es donde nuestro cuerpo y nuestro espíritu han de quedar dispuestos para la inmortalidad. {1JT 181.2}

Estamos en un mundo que se opone a la justicia, a la pureza de carácter y al crecimiento en la gracia. Dondequiera que miremos, vemos corrupción y contaminación, deformidad y pecado. Y ¿cuál es la obra que hemos de emprender aquí precisamente antes de recibir la inmortalidad? Consiste en conservar nuestros cuerpos santos y nuestro espíritu puro, para que podamos subsistir sin mancha en medio de las corrupciones que abundan en derredor nuestro en estos últimos días. Y para que esta obra se realice, necesitamos dedicarnos a ella en seguida con todo el corazón y el entendimiento. No debe penetrar ni influir en nosotros el egoísmo. El Espíritu de Dios debe ejercer perfecto dominio sobre nosotros, e influir en todas nuestras acciones. Si nos apropiamos debidamente del cielo y del poder de lo alto, sentiremos la influencia santificadora del Espíritu de Dios sobre nuestros corazones. {1JT 182.1}

 

Se hace sufrir a otros

 

Cuando hemos procurado presentar la reforma pro salud a nuestros hermanos, y les hemos hablado de la importancia del comer y beber, y hacer para gloria de Dios todo lo que hacen, muchos han dicho por sus acciones: “A nadie le importa si como esto o aquello; nosotros mismos hemos de soportar las consecuencias de lo que hacemos.” {1JT 182.2}

Estimados amigos, estáis muy equivocados. No sois los únicos que han de sufrir a consecuencia de una conducta errónea. En cierta medida, la sociedad a la cual pertenecéis sufre por causa de vuestros errores tanto como vosotros mismos. Si sufrís como resultado de vuestra intemperancia al comer o al beber, los que estamos en derredor vuestro o alternamos con vosotros, también quedamos afectados por vuestra flaqueza. Hemos de sufrir por causa de vuestra conducta errónea. Si ella contribuye a disminuir vuestras facultades mentales o físicas, y lo advertimos cuando estamos en vuestra compañía, quedamos afectados por ello. Si en vez de tener espíritu animoso, sois presa de la lobreguez, ensombrecéis el ánimo de todos los que os rodean. Si estamos tristes, deprimidos y angustiados, vosotros, si gozarais de salud, podríais tener una mente clara que nos mostrase la salida y dirigiese una palabra consoladora. Pero si vuestro cerebro está nublado como resultado de vuestra errónea manera de vivir, a tal punto que no podéis darnos el consejo correcto, ¿no sufrimos acaso una pérdida? ¿No nos afecta seriamente vuestra influencia? Tal vez tengamos mucha confianza en vuestro juicio y deseemos vuestro consejo, porque “en la multitud de consejeros hay salud.” Proverbios 11:14. Deseamos que nuestra conducta parezca consecuente ante aquellos a quienes amamos y deseamos buscar el consejo que ellos nos puedan dar con mente clara. Pero ¿qué interés tenemos en vuestro juicio si vuestra energía mental ha sido recargada hasta lo sumo y la vitalidad se ha retirado del cerebro para disponer del alimento impropio que se puso en el estómago, o de una enorme cantidad de alimento, aunque sea sano? ¿Qué interés tenemos en el juicio de tales personas? Ellas lo ven todo a través de una masa de alimentos indigestos. Por lo tanto, vuestra manera de vivir nos afecta. Resulta imposible seguir una conducta errónea sin hacer sufrir a otros. {1JT 182.3}

 

Corramos la carrera celestial

 

“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, mas uno lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Y todo aquel que lucha, de todo se abstiene: y ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible; mas nosotros, incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a cosa incierta; de esta manera peleo, no como quien hiere el aire: antes hiero mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre; no sea que, habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado.” 1 Corintios 9:24-27. Los que participaban en la carrera a fin de obtener el laurel que era considerado un honor especial, eran templados en todas las cosas, para que sus músculos, su cerebro y todos sus órganos estuviesen en la mejor condición posible para la carrera. Si no hubiesen sido templados en todas las cosas, no habrían adquirido la elasticidad que les era posible obtener de esa manera. Si eran templados, podían correr esa carrera con más posibilidades de éxito; estaban más seguros de recibir la corona. {1JT 183.1}

Pero, no obstante toda su templanza—todos sus esfuerzos por sujetarse a un régimen cuidadoso a fin de hallarse en la mejor condición,—los que corrían la carrera terrenal estaban expuestos al azar. Podían hacer lo mejor posible, y sin embargo no recibir distinción honorífica; porque otro podía adelantárseles un poco y arrebatarles el premio. Uno solo recibía el galardón. Pero en la carrera celestial, todos podemos correr, y recibir el premio. No hay incertidumbre ni riesgo en el asunto. Debemos revestirnos de las gracias celestiales y con los ojos dirigidos hacia arriba, a la corona de la inmortalidad, tener siempre presente el Modelo. Fué Varón de dolores, experimentado en quebranto. Debemos tener constantemente presente la vida de humildad y abnegación de nuestro divino Señor. Y a medida que procuramos imitarlo, manteniendo los ojos fijos en el premio, podemos correr esa carrera con certidumbre, sabiendo que si hacemos lo mejor que podemos, lo alcanzaremos con seguridad. {1JT 184.1}

Los hombres estaban dispuestos a someterse a la abnegación y a la disciplina para correr y obtener una corona corruptible, que iba a perecer en un día, y que era solamente un distintivo honroso de parte de los mortales. Pero nosotros hemos de correr la carrera que brinda la corona de inmortalidad y la vida eterna. Sí, un inconmensurable y eterno peso de gloria nos será otorgado como premio cuando hayamos terminado la carrera. “Nosotros—dice el apóstol—una incorruptible.” Y si los que se empeñaban en una carrera terrenal para recibir una corona temporal podían ser templados en todas las cosas, ¿no podemos serlo nosotros, que tenemos en vista una corona incorruptible, un eterno peso de gloria y una vida que se compara con la vida de Dios? Ya que tenemos este gran incentivo, ¿no podemos correr “con paciencia la carrera que nos es propuesta, puestos los ojos en el autor y consumador de la fe, en Jesús”? El nos ha indicado el camino, y lo ha señalado con sus pisadas en todo el trayecto. Es la senda que él ha recorrido, y podemos experimentar con él la abnegación y el sufrimiento, y andar en esa senda señalada por su propia sangre. {1JT 184.2}

“Así que, yo de esta manera corro, no como a cosa incierta; de esta manera peleo, no como quien hiere el aire; antes hiero mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre.” En esto tiene una obra que hacer todo hombre, mujer y niño. Satanás procura constantemente obtener el dominio de nuestro cuerpo y espíritu. Pero Cristo nos ha comprado, y somos su propiedad. Nos toca obrar unidos con Cristo y con los santos ángeles que ministran en nuestro favor. Nos toca mantener en sujeción al cuerpo. A menos que lo hagamos, perderemos ciertamente la vida eterna y la corona de la inmortalidad. Y, sin embargo, algunos dicen: “¿A quien le importa lo que como o bebo?” Os he mostrado qué relación tiene con los demás vuestra conducta. Habéis visto que tiene mucho que ver con la influencia que ejercéis sobre vuestras familias. Tiene un gran papel en la obra de moldear el carácter de vuestros hijos. {1JT 185.1}

 

La responsabilidad paterna

 

Como he dicho antes, vivimos en una era corrupta. Es un tiempo en que Satanás parece ejercer un dominio casi perfecto sobre las mentes que no están plenamente consagradas a Dios. Por lo tanto, descansa una gran responsabilidad sobre los padres y los tutores que tienen que criar a los niños. Los padres han asumido la responsabilidad de traer estos niños a la vida; y ahora, ¿cuál es su deber? ¿Consiste en dejarlos criarse lo mejor que puedan o como quieran? Permitidme deciros que recae una pesada responsabilidad sobre esos padres. “Si pues coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios.” 1 Corintios 10:31. ¿Hacéis esto cuando preparáis alimento para vuestras mesas, y llamáis a la familia a participar de ellos? ¿Estáis colocando delante de vuestros hijos solamentealimentos que producirán la mejor sangre? ¿Contribuirá este alimento a conservar sus cuerpos en la condición menos febril? ¿Es de la clase que los pondrá en la mejor condición de vida y salud? ¿Es tal el alimento que procuráis colocar delante de vuestros hijos? ¿O será que, sin mirar a su bienestar futuro, les dais alimentos malsanos, estimulantes e irritantes? {1JT 185.2}

Permitidme deciros que los niños se inclinan al mal. Satanás parece dominarlos. Se posesiona de sus mentes juveniles y son corrompidos. ¿Por qué obran los padres y las madres como si estuviesen aletargados? No sospechan que Satanás está sembrando mala semilla en sus familias. Son ciegos, negligentes y temerarios hasta el colmo en estas cosas. ¿Por qué no despiertan y se dedican a leer y estudiar estos asuntos? Dice el apóstol: “Mostrad en vuestra fe virtud, y en la virtud ciencia; y en la ciencia templanza, y en la templanza paciencia” etc. 2 Pedro 1:5, 6. Esta es una obra que incumbe a todos los que profesan seguir a Cristo; consiste en vivir de acuerdo con el plan de la adición. … {1JT 186.1}

 

El exceso en el comer

 

Muchos que han adoptado la reforma pro salud han abandonado todo lo perjudicial; pero ¿se sigue de ello que porque han dejado estas cosas, pueden comer tanto como quieran? Se sientan a la mesa, y en vez de considerar cuánto deben comer, se entregan al apetito y comen en exceso. Luego, el estómago debe trabajar hasta el extremo durante el resto del día para eliminar la carga que se le ha impuesto. Todo alimento ingerido, del cual el organismo no deriva beneficio, es una carga para la naturaleza en su trabajo. Estorba la máquina viviente. El organismo queda obstruído y no puede realizar su trabajo con éxito. Los órganos vitales quedan recargados innecesariamente, y la fuerza nerviosa del cerebro es desviada al estómago para ayudar a los órganos digestivos a realizar su obra de disponer de una cantidad de alimento que no beneficia al organismo. {1JT 186.2}

De esta manera la fuerza del cerebro es disminuída por las exigencias que se le imponen para ayudar al estómago a llevar su pesada carga. Y después de realizada la tarea ¿qué sensaciones se experimentan como resultado de este gasto innecesario de fuerza vital? Una sensación de debilidad y desfallecimiento, como que se debiera comer más. Tal vez esta sensación se produce precisamente antes de la hora de comer. ¿Cual es la causa? La naturaleza se quedó agotada por su trabajo; de ahí viene esa sensación de cansancio. Y pensáis que el estómago dice: “Más alimento,” cuando su cansancio dice claramente: “Dadme reposo.” {1JT 187.1}

El estómago necesita descansar a fin de recuperar sus energías agotadas, para dedicarlas al próximo trabajo. Pero en vez de concederle un período de descanso, pensáis que necesita más alimento e imponéis otra carga a la naturaleza y le negáis el reposo que necesita. Es como el caso de un hombre que trabajase en el campo durante toda la primera parte del día hasta cansarse. Al llegar a casa a las doce, dice que está cansado y agotado; pero se le indica que vuelva a trabajar para obtener alivio. Así es como tratáis al estómago. Está totalmente agotado. Pero en vez de darle reposo, se le da más alimento, y luego se desvía la vitalidad de otras partes del organismo hacia el estómago para ayudar en el trabajo de la digestión. … {1JT 187.2}

 

El primer trabajo de la madre

 

He visto madres de familias numerosas que no se daban cuenta del trabajo que tenían ante sí y ante su propia familia. Querían ser misioneras y hacer una obra grande. Deseaban un puesto elevado, pero descuidaban el mismo trabajo que en su casa se les había asignado. ¡Cuán importante es que la mente se despeje! ¡Cuán importante es que el cuerpo esté tan libre como sea posible de la enfermedad, a fin de que podamos hacer el trabajo que el Señor nos ha encomendado, y esto de una manera que permita al Maestro decir: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor.” Mateo 25:21. Hermanas mías, no despreciéis las pocas tareas que el Señor os ha dado que hacer. Sean las acciones cotidianas tales que en el día del ajuste final de cuentas, no tengáis que avergonzaros frente a lo que anotó el ángel registrador. {1JT 187.3}

 

Un régimen empobrecido

 

Pero ¿qué diremos del régimen empobrecido? He hablado de cuán importante es que la cantidad y la calidad de los alimentos estén estrictamente de acuerdo con las leyes de la salud. Pero no quisiera recomendar un régimen alimenticio empobrecido. Se me ha mostrado que muchos adoptan una opinión errónea acerca de la reforma pro salud y siguen un régimen demasiado pobre. Se sustentan con alimentos baratos y de mala calidad, preparados sin cuidado ni consideración de la nutrición del organismo. Es importante que el alimento sea preparado con cuidado y que agrade al apetito no pervertido. Debido a que por principio descartamos el uso de carne, manteca (mantequilla), pasteles de carne, especias, tocino y cosas que irritan el estómago y destruyen la salud, nunca debiera inculcarse la idea de que poco importa lo que comemos. {1JT 188.1}

Hay quienes van a los extremos. Según ellos, deben comer cierta cantidad precisa y exactamente determinada, y limitarse a dos o tres cosas. Permiten que tanto a ellos como a sus familias se les sirvan pocos alimentos. Al comer cantidades reducidas de alimento, que no son de la mejor calidad, no ingieren lo que puede nutrir adecuadamente el organismo. El alimento de mala calidad no puede convertirse en sangre buena. Un alimento poco nutritivo empobrecerá la sangre. … {1JT 188.2}

A algunos no les impresiona la necesidad de comer y beber para la gloria de Dios. La satisfacción del apetito los afecta en todas las relaciones de la vida. Ello se ve en sus familias, en la iglesia, en la reunión de oración y en la conducta de sus hijos. Ha sido la maldición de sus vidas. Es imposible hacerles comprender las verdades destinadas a estos postreros días. Dios ha provisto abundantemente para el sustento y la felicidad de todas sus criaturas; y si no se violasen sus leyes, y si todos obrasen en armonía con la voluntad divina, se experimentaría salud, paz y felicidad, en vez de miseria y malestar continuos. … {1JT 188.3}

 

Las carnes, la leche y el azúcar

 

Ingeridas como alimento las carnes perjudican a la sangre. Al cocinar carnes con muchos condimentos, y al comerlas con pasteles y tortas suculentas, se obtiene sangre de mala calidad. El organismo está demasiado recargado para asimilar esa clase de alimentos. Los pasteles de carne y los encurtidos, que nunca debieran hallar cabida en un estómago humano, proporcionarán una sangre de pésima calidad. Y un alimento de mala clase, cocinado en forma impropia y en cantidad insuficiente, no puede formar buena sangre. Los alimentos suculentos a base de carne y un régimen empobrecido producirán los mismos resultados. {1JT 189.1}

Acerca de la leche y el azúcar, diré lo siguiente: Conozco personas que se han asustado por la reforma pro salud, y han dicho que no querían saber nada de ella, porque hablaba contra el uso copioso de estas cosas. Los cambios deben hacerse con gran cuidado; y debemos obrar cautelosa y sabiamente. Necesitamos seguir una conducta que nos recomiende a los hombres y mujeres inteligentes del país. Las grandes cantidades de leche y azúcar ingeridas juntas son perjudiciales. Comunican impurezas al organismo. Los animales de los cuales se obtiene la leche no son siempre sanos. Pueden sufrir enfermedades. Una vaca puede estar aparentemente sana por la mañana y morir antes de la noche. En tal caso estaba enferma por la mañana, y su leche también; pero no lo sabíais. La creación animal está llena de enfermedades, y las carnes también. Si pudiésemos saber que los animales estaban en perfecta salud, yo recomendaría a la gente que comiese carne antes que grandes cantidades de leche y azúcar. No les haría el daño que les hacen estas últimas cosas. El azúcar recarga el organismo y estorba el trabajo de la máquina viviente. … {1JT 189.2}

Con frecuencia me siento a las mesas de los hermanos y veo que usan grandes cantidades de leche y azúcar. Estas recargan el organismo, irritan los órganos digestivos y afectan el cerebro. Cualquier cosa que estorba el movimiento activo del organismo, afecta muy directamente al cerebro. Y por la luz que me ha sido dada, sé que el azúcar, cuando se usa copiosamente, es más perjudicial que la carne. Estos cambios deben hacerse cautelosamente, y el tema debe ser tratado en forma que no disguste ni cause prejuicios en aquellos a quienes queremos enseñar y ayudar. {1JT 190.1}

 

La religión y la buena cocina

 

Con frecuencia nuestras hermanas no saben cocinar. A las tales quiero decirles: Yo iría a la mejor cocinera que se pudiera hallar en el país, y permanecería a su lado si fuese necesario durante semanas, hasta llegar a dominar el arte de preparar los alimentos, y ser una cocinera inteligente y hábil. Obraría así aunque tuviese cuarenta años de edad. Es vuestro deber saber cocinar, y lo es también el enseñar a vuestras hijas a cocinar. Cuando les enseñáis el arte culinario, edificáis en derredor de ellas una barrera que las guardará de la insensatez y el vicio que de otra manera podría tentarlas. Yo aprecio a mi costurera y a mi copista; pero mi cocinera, que sabe preparar el alimento que sostiene la vida y nutre el cerebro, los huesos y los músculos, ocupa el puesto más importante entre los ayudantes de mi familia. {1JT 190.2}

Podemos tener una variedad de alimentos buenos y saludables, cocinados en forma sana, de manera que agraden a todos. Y si vosotras, hermanas mías, no sabéis cocinar, os aconsejo que aprendáis. Saber cocinar es de vital importancia para vosotras. Por la mala cocina se pierden más almas de lo que nos imaginamos. Produce malestar, enfermedad y mal genio; el organismo se descompone y no se pueden discernir las cosas celestiales. Hay más religión en un buen pan de lo que muchos piensan. Hay más religión en una buena cocina de lo que muchos se imaginan. Queremos que aprendáis lo que es la buena religión, y que la practiquéis en vuestras familias. A veces, durante mis ausencias de casa, sabía que el pan y el alimento en general que había sobre la mesa me iban a perjudicar; pero me veía obligada a comer un poco para sustentar la vida. Es un pecado a los ojos del cielo ingerir tales alimentos. He sufrido por falta de alimento apropiado. Para un estómago dispéptico, podéis colocar sobre vuestras mesas frutas de diferentes clases, pero no demasiadas en una comida. De esta manera podéis tener variedad y alimentos de buen gusto, y después de comer os sentiréis bien. … {1JT 190.3}

Algunos de vosotros os expresáis como si os agradara que alguien os dijese cuánto se debe comer. No debe ser así. Tenemos que actuar desde un punto de vista moral y religioso. Debemos ser templados en todas las cosas, porque se nos ofrece una corona incorruptible, un tesoro celestial. Y ahora quiero decir a mis hermanos y hermanas: Preferiría tener valor moral, asumir una posición definida y gobernarme a mí misma. No quisiera imponer esta carga a otra persona. Coméis demasiado y luego lo lamentáis, y seguís pensando en lo que coméis y bebéis. Comed lo que os beneficia, y levantaos de la mesa sintiéndoos libres ante el cielo, sin remordimiento de conciencia. No creo que se deben evitar todas las tentaciones a los niños ni a los adultos. Nos espera una lucha, y debemos mantenernos en situación de resistir las tentaciones de Satanás; y necesitamos saber que poseemos en nosotros poder para ello. {1JT 191.1}

Y ya que os aconsejamos que no comáis en exceso, aun de los mejores alimentos, queremos dirigir unas palabras de cautela a los extremistas para que no presenten una norma falsa ni procuren luego que todos se conformen con ella. Hay quienes emprenden una obra de reformadores respecto a la salud cuando no están preparados para dedicarse a otra empresa, pues no tienen bastante sentido para cuidar sus propias familias ni para conservar su debido lugar en la iglesia. ¿Qué hacen? ¡Ah, se dedican a ser médicos de la reforma pro salud, como si pudiesen tener éxito en ello! Asumen las responsabilidades del ejercicio de esta profesión, y se encargan de las vidas de hombres y mujeres, cuando no saben nada del asunto. {1JT 191.2}

Elevaré la voz contra los novicios que aseveran tratar las enfermedades de acuerdo con los principios de la reforma pro salud. No permita Dios que seamos objeto de experimentación. Nuestras filas son demasiado escasas. Y morir en una guerra tal es muy poco glorioso. Dios nos libre de un peligro tal. No necesitamos tales maestros y médicos. Los que procuran tratar las enfermedades deben saber algo del organismo humano. El Médico celestial estaba lleno de compasión. Los que tratan con los enfermos necesitan ese espíritu. Algunos de los que quieren dedicarse a médicos son fanáticos, egoístas y tercos. No se les puede enseñar nada. Puede ser que nunca hicieron nada de valor. Tal vez no hayan tenido éxito en la vida. No saben nada que valga la pena saberse, y sin embargo, se dedican a practicar la reforma pro salud. No podemos dejar que estas personas maten a uno o a otro. No, no podemos permitirlo. {1JT 192.1}

Necesitamos estar cada vez en lo cierto. Necesitamos educar a nuestros hermanos en la correcta reforma pro salud. “Limpiémonos—dice el apóstol—de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando la santificación en temor de Dios.” 2 Corintios 7:1. Debemos tener razón para resistir en los últimos días. Necesitamos cerebros claros y mentes sanas en un cuerpo sano. Debemos empezar a trabajar seriamente por nuestros hijos, por cada miembro de nuestras familias. ¿Echaremos mano de esta obra y trabajaremos basados en lo correcto? Jesús va a venir; y si seguimos una conducta que nos impida ver las verdades destinadas a elevar las almas en estos postreros días, ¿cómo seremos santificados por la verdad? ¿Cómo podremos prepararnos para la inmortalidad? El Señor nos ayude, a fin de que podamos comenzar a trabajar aquí como nunca antes. {1JT 192.2}

 

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