No tendrás en tu bolsa pesa y pesa, una grande y otra pequeña. No tendrás en tu casa medida y medida, una grande y otra pequeña. Deuteronomio 25:13, 14 (BJ).
Los que profesan amar y temer a Dios deberían abrigar simpatía y amor los unos para con los otros, y deberían cuidar los intereses de los demás como si fueran suyos. Los cristianos no deben regular su conducta según las normas establecidas del mundo. En todas las épocas los hijos de Dios son tan distintos de los mundanos como su profesión es más elevada que la de los impíos. Desde el comienzo hasta el fin del tiempo, el pueblo de Dios es un cuerpo.
El amor al dinero es la raíz de todos los males. En esta generación el deseo por conseguir ganancias es una pasión absorbente. Si no se puede conseguir riqueza por medio de un trabajo honesto, los seres humanos tratan de obtenerla por medio del fraude. Se despoja a las viudas y a los huérfanos de su salario ínfimo, y se hace sufrir a los pobres con respecto a las necesidades primordiales de la vida.
Y todo esto para que los ricos puedan sufragar su extravagancia, o satisfacer su deseo de acumular más riquezas.
El temible registro de los delitos cometidos diariamente por motivo de la obtención de ganancias, es suficiente para congelar la sangre y llenar el alma con horror. El hecho de que aun entre quienes profesan piedad existen los mismos pecados en mayor o menor grado, exige una humillación profunda del alma y una acción seria por parte de los seguidores de Cristo. El amor a la ostentación y el amor al dinero han hecho de este mundo una cueva de ladrones y asaltantes.
Pero los cristianos no son supuestamente moradores de la tierra; están en un país extraño, deteniéndose, por decirlo así, sólo por una noche. No deben ser impulsados por los mismos motivos y deseos que son impulsados los que tienen su hogar y su tesoro aquí. Dios desea que nuestra vida represente la vida de nuestro gran Modelo; que al igual que Jesús, vivamos para hacer el bien a los demás…
Todo perjuicio ocasionado a los hijos de Dios se hace contra Cristo mismo en la persona de sus santos. Toda tentativa de aprovecharse de la ignorancia, debilidad o desgracia de los demás, queda registrado como fraude en el libro mayor del cielo.—The SouthernWatchman, 10 de mayo de 1904. Ver La Historia de Profetas y Reyes, 481, 482.
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