El Atalaya – Ezequiel 3:17-18

Los reyes de la antigüedad defendían sus ciudades con muros altos y gruesos, de piedra. Encima de esos muros, habían torres desde donde los atalayas podían ver a los enemigos que se disponían a atacar cuando aún estaban lejos. El atalaya tenía por obligación; velar y sonar la alarma cuando el peligro se acercaba; y, ¡ay! del atalaya que se quedara dormido en tanto vigilaba, o que, por cualquier causa, no sonara la alarma cundo había peligro, pues pagaba el descuido con su vida.

Dios le dijo a su profeta Ezequiel: “Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya… Cuando yo dijere al impío; De ciento morirás; y tú no le amonestares… el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano”. Ezequiel 3:17-18

La Palabra de Dios para los predicadores de hoy día es la misma: “Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”. II Tim. 4:2. “Ten cuidad de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvaras a ti mismo y a los que te oyeren”. I Tim. 4:16

Pero muchos (No todos) hoy día les gusta más ser diplomáticos que atalaya. Muchos han llegado a ser tan amigables con las fuerzas del pecado, que realmente tenemos al enemigo por atalaya.

TESTIMONIOS PARA LOS MINISTROS !

Y hoy en día el Señor declara a sus atalayas que si son infieles y no amonestan al pueblo que está en peligro, perecerán en sus pecados. “Su sangre—dice él—, yo la demandaré de tu mano”. Pero si sus mensajeros elevan su voz para reprender y amonestar, para hacer volver a los hombres de sus malos caminos, y esas almas no escuchan, el centinela está justificado; el que ofende a Dios perecerá en sus propios pecados; su sangre será sobre su propia alma.{TM 406.1}

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