18 Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
19 Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.(Mateo 16:18-19)

Sobre esta roca.

Estas palabras se han

interpretado de diversas maneras:

(1) que Pedro era “esta roca”,

(2) que la fe de Pedro en Jesús como el Cristo era “esta roca”,

(3) que Cristo mismo era “esta ro
ca”. Se han presentado persuasivos argumentos en favor de cada una de las tres explicaciones.

La mejor forma de determinar qué fue lo que Cristo quiso decir con estas palabras difíciles de entender, es preguntar a las Escrituras mismas qué era lo que esta figura de dicción significaba para los oidores judíos, especialmente para aquellos que se la oyeron a Jesús en esta ocasión (DMJ 7).

El testimonio de los escritos de los mismos discípulos es evidentemente superior a las ideas de los hombres que después de ese tiempo han escrito u opinado acerca del supuesto sentido de las palabras de Jesús. Felizmente, algunos de los que fueron testigos oculares en esta ocasión (2 Ped. 1: 16; 1 Juan 1: 1-3) han dejado un registro claro e inequívoco.

Por su parte, Pedro, a quien fueron dirigidas estas palabras, rechaza enfáticamente, mediante sus enseñanzas, que la roca de la cual habló Cristo se refería al apóstol mismo (Hech. 4: 8-12; 1 Ped. 2: 4-8).

Mateo registra el hecho de que Jesús empleó otra vez la misma figura, en circunstancias que indican claramente que él mismo era la roca (ver Mat. 21: 42; cf. Luc. 20: 17-18).

D
esde tiempos antiguos, el pueblo hebreo había empleado la figura de la roca para referirse específicamente a Dios (ver Deut. 32: 4; Sal. 18: 2; etc.).

El profeta Isaías se refirió a Cristo como “gran peñasco en tierra calurosa” (Isa. 32: 2), y como “piedra probada, angular, preciosa” (ver cap. 28: 16).

Pablo afirma que Cristo era la Roca que había acompañado a su pueblo por el desierto en la antigüedad (1 Cor. 10: 4; cf. Deut. 32: 4; 2 Sam. 22: 32; Sal. 18: 31). En un sentido secundario, las verdades que Jesús habló son también una roca en la cual los hombres pueden construir con toda seguridad (ver Mat. 7: 24-25).

Por otra parte, Cristo mismo es el “Verbo” hecho “carne” (Juan 1: 1, 14; cf. Mar. 8: 38; Juan 3: 34; 6: 63, 68; 17: 8).

Jesucristo es “la roca de nuestra salvación” (DTG 381 ; cf. Sal. 95: 1; Deut. 32: 4, 15, 18). El es el único fundamento de la iglesia, porque “nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Cor. 3: 11), ni “en ningún otro hay salvación” (Hech. 4: 12). En estrecha relación con Jesucristo “la principal piedra del ángulo” en el fundamento de la iglesia, se encuentran los apóstoles y los profetas (Efe. 2: 20). Todos los cristianos han de ser edificados como “piedras vivas” (Gr. líthos) para formar una casa espiritual (1 Ped. 2: 5), un edificio cuya piedra angular es Cristo (Efe. 2: 20-21). El es la única “Roca” sobre la cual se afirma todo el edificio, porque sin él no habría ninguna iglesia. Cuando creemos en él como Hijo de Dios, nosotros también podemos llegar a ser hijos de Dios (Juan 1: 12; 1 Juan 3: 1-2). La comprensión de que Jesucristo es realmente el Hijo de Dios, tal como Pedro lo afirmó en 421 esta ocasión (Mat. 16: 16), es la llave de la puerta de la salvación (DTG 380-381).

Es incidental y no fundamental el que Pedro fuera el primero en reconocer este hecho y declarar públicamente su fe, la cual era compartida también por sus compañeros (ver vers. 16).

San Agustín (c. 400 d. C.), el mayor de los teólogos católicos de los primeros siglos de la era cristiana, de a que sus lectores decidan si Cristo dice que él mismo es la roca o si dice que Pedro es la roca (Retracciones 1. 21. 1).

Juan Crisóstomo, patriarca de Constantinopla, célebre por su elocuencia (m. 407 d. C.), dijo que Jesús había prometido poner el fundamento de la iglesia sobre la confesión de Pedro, y no sobre Pedro, pero también dice que Cristo mismo es verdaderamente nuestro fundamento (Comentario sobre Gálatas, cap. 1: 1-3; Homilías sobre 1 Timoteo xviii. 6. 21).

Eusebio, historiador de la iglesia primitiva (m. 340 d. C.), afirma que Clemente de Alejandría escribió que Pedro, Santiago y Juan no lucharon por la supremacía en la iglesia en Jerusalén, sino que escogieron a Santiago el justo como dirigente (Historia eclesiástica ii. 1). Otros padres de la iglesia enseñaron lo mismo; tal fue el caso de Hilario de Poitiers.

Cuando se buscó apoyo bíblico para las pretensiones del obispo de Roma a su primacía en la iglesia (ver t. IV, p. 863), las palabras pronunciadas por Cristo en esta ocasión fueron sacadas de su contexto original e interpretadas en el sentido de que Pedro era “esta roca”.

León 1 fue el primer pontífice romano en pretender que había recibido su autoridad de Cristo por medio de Pedro. Esto sucedió por el año 445 d. C. Acerca de esta pretensión, Kenneth Scott Latourette, conocido historiador de la iglesia, dice: “Insistió que por decreto de Cristo, Pedro era la roca, el fundamento, el guardián de la puerta del reino de los cielos, puesto para atar y para desatar, cuyos juicios retenían su validez en el cielo, y que por medio del papa como su sucesor, Pedro seguía realizando la tarea que le había sido encomendada” (A History of Christianity, 1953, p.186).

Resulta extraño que si esto es realmente lo que Cristo quiso decir, ninguno de los otros discípulos hubiera descubierto ese hecho, ni tampoco ningún otro cristiano durante cuatro siglos después de que Cristo pronunciara esas palabras. Además, resulta extraordinario que ningún obispo de Roma descubriera este significado en las palabras de Cristo hasta que un obispo del siglo V pensó que era necesario hallar apoyo bíblico para la primacía papal. La interpretación de las palabras de Cristo, que concede supremacía a los así llamados sucesores de Pedro, los obispos de Roma, no armoniza en absoluto con lo que Cristo enseñó a sus seguidores (ver cap. 23: 8, 10).

La mejor evidencia de que Cristo no designó a Pedro como la “roca” sobre la cual habría de construir su iglesia, es quizá el hecho de que ninguno de los que oyeron a Cristo en esta ocasión -ni siquiera Pedro- así lo entendió, mientras Jesús estuvo con ellos, ni después. Si Cristo hubiera establecido a Pedro como principal entre los discípulos, éstos no habrían disputado repetidas veces el primer puesto (Luc. 22: 24; ver Mat. 18: 1; Mar. 9: 33-35; etc.; DTG 755-756; com. Mat. 16: 19).

El nombre Pedro proviene del Gr. pétros, “piedra” o “canto rodado”. “Roca” es la raducción de la palabra griega pétra, que suele emplearse para designar una peña, o un macizo de piedra. Una pétra es una roca grande, fija, inamovible; en cambio potros es una piedra pequeña o un canto rodado. No puede saberse hasta qué punto Cristo tuvo en cuenta esta distinción, ni cómo pudo haberla explicado mientras hablaba, porque Cristo ciertamente habló en arameo, la lengua vernácula en Palestina en ese tiempo, y no empleó las palabras griegas. La palabra griega pétros, sin duda, equivale a la palabra aramea kefa’ (Cefas; ver cap. 4: 18). Por otra parte, es muy posible que pétra también equivalga a kefa’, aunque existe la posibilidad de que Cristo hubiera empleado algún otro sinónimo u otra expresión en arameo que haría notar la distinción entre pétra y pétros que se advierte en el relato evangélico en griego. Sin embargo, parece probable que Cristo debe haber tenido el propósito de hacer una diferencia; de lo contrario, Mateo, escribiendo en griego y guiado por el Espíritu Santo, no la hubiera hecho.

Evidentemente pétros, una piedra pequeña, no podría servir de fundamento para ningún edificio. Jesús aquí afirma que únicamente una pétra, o “roca”, sería suficiente. Lo que Cristo dijo aquí queda más claro con sus palabras registradas en Mat. 7:24: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca [Gr. pétra]”. 422 Cualquier edificio construido sobre Pedro, pétros, un débil y falible ser humano, tal como lo presenta claramente el relato evangélico, tiene un fundamento muy poco mejor que las arenas movedizas (ver cap. 7: 26-27).

(CBA)ES CIERTO QUE PEDRO FUE EL PRIMER PAPA

Rafael Díaz

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